top of page
Publicar: Blog2_Post
Buscar

Kinbaku como proyecto

  • Foto del escritor: Julio Martín Pavón
    Julio Martín Pavón
  • 7 abr
  • 5 Min. de lectura

Por Martín Kinbaku Traducción al ingles por Ka


Hace unas semanas despedí a Federico Kirigami y Marta Tenshiko en el aeropuerto de Ezeiza por segunda vez, tenían que tomar el vuelo de regreso a Milán luego de varias semanas de arduo trabajo.

Tres años atrás comenzó todo como una idea alocada, una sugerencia de organizar algo fuera de lo común para esas épocas en Latinoamérica. A finales del 2023 esa idea se materializó, lo vi como una muestra de cierta madurez en nuestra comunidad de cuerdas y el puntapié inicial para todo lo que vino después y lo que estará por venir.

En aquella ocasión Fede y Marta plantaron una semilla. En su segunda visita, que acaba de culminar, tal vez llegaron a ver algún que otro brote empezando a asomar. Mi tarea debe ser la del riego diario. En la ventana del cuarto donde se alojaron dejé tres pequeños bonsai (“pre-bonsai”, en la jerga), son la huella de mi aprendizaje sobre el riego, tan difícil en el cultivo de los árboles en miniatura. En su visita anterior no existían, en sus próximas visitas, si efectivamente desarrollo un buen método, serán cada día mejores árboles y se lucirán en elegantes macetas (como se que son gustosos de ciertas artes japonesas espero que en el futuro también despierten su aprecio). El riego es difícil, claro, pero el grifo está abierto y el agua fluye cada vez con más fuerza.

Con tantas posibilidades para elegir, que en aquella ocasión se hayan atrevido venir a un lugar tan recóndito y no tan elegante habla muy bien de ellos, pero que hayan decidido volver muestra que no han venido de oportunistas ni de turismo a una comunidad de cuerdas exótica, y en ese gesto también pasan a ser parte, como constructores, de nuestro kinbaku.


Más de una década atrás, Haru Tsubaki -Camelia-, tras sus lecciones en Japón con Yukimura Haruki y Osada Steve, abrió su dojo en Buenos Aires. Desde que me acerqué a ese espacio encontré un camino y, con el tiempo, en la medida que mis cuerdas fueron madurando, fui construyendo un vínculo tan fuerte que a algunos les podrá costar entender. Si hubo alguien que alumbró un poco el camino, tan oscuro, en una sociedad que busca el éxito inmediato, en el mundo de los videotutoriales y en la lógica banal y volátil de las redes sociales. Si alguien señaló una dirección, que aunque no sea la de un camino rápido y sencillo finalmente nos permitió llegar a un claro del bosque, yo decidí convertirme alumno y divulgador, amigo e hijo, defensor y escudo. Organizador y constructor de una perspectiva de cuerdas. Y esto ha sido una familia para mi, la cual luego se fue nutriendo con quienes fueron llegando a aprender en mi tatami y cariñosamente empezaron a llamar abuela a Tsubaki. Una familia unida por una perspectiva de cuerdas que tiene y ha tenido un difícil camino para abrirse paso.

Con Federico y Marta estoy igual de agradecido que con Camelia, veremos cuanto transcurre para que podamos ver los frutos de sus visitas (apenas asoman algunos plantines, pero en la pampa húmeda la fuerza apical tira fuerte, y las flores pueden aparecer más temprano que tarde), por mi parte siento mi tarea la construir este camino, apoyar su maduración y defenderlo cuando aparezcan las dificultades.

No voy a mentir, nuestro fuerte es que creemos en este proyecto de shibari kinbaku y no otra cosa. Cuando nadie lo veía organizamos algo que está cambiando la escena de cuerdas, y mantener esa iniciativa es lo que nos hace fuertes. Es el espíritu que Camelia contagió a los alumnos que seguimos sus pasos (en nuestras formas y nuestros tiempos). Luego tenemos mucho por aprender, entrenar, discutir... tiene que pasar el agua bajo el puente. Necesitamos tiempo para asimilar lo que trajeron, si tomo mucho tiempo para que algo de Camelia dé algún fruto esta vez tampoco será fácil.


Los buenos maestros siempre son exigentes. Pero también pueden ser grandes pedagogos y, algunas veces, incluso, amables y pacientes. Todo esto tenemos a favor.


Yo también intenté plantar mis semillas para construir el shibari latinoamericano. En casa creció un ombú de tronco robusto (dirán los bonsaistas: como un luchador de sumo preparado para el choque inicial Tachi-ai) que es el que habilitó la locura de Kirigami y Tenshiko. Lo primero que planté fuera de casa, en cambio, se secó. Lo segundo, cuando brotaron sus primeras hojitas, fue azotado por el viento. En aquel momento estaba muy entusiasmado por lo que había vivido, las experiencias que había intercambiado y los contactos que habíamos hecho, asique me entristeció verlo decaído. Pero vivió y de a poco se va recuperando, me llegan las noticias que tímidamente tira una ramita aquí y otra por allá. La construcción de algo así como una perspectiva de cuerdas es difícil, por eso también estoy agradecido con los tanos (como le decimos con cariño cuando ellos no están), su aporte es abono para ayudar a estos arbolitos a crecer y superar las inclemencias del tiempo.


Entre la primera y segunda visita de los chicos, además, se gestó un grupo de gente decidida a estudiar el shibari kinbaku, GESHI, que entre otras cosas editó la Guía para adictxs a la cuerda de Marta en español, ampliando también las discusiones de quienes son atados. Una pequeña revolución, un aire fresco que tendrá sus consecuencias porque nos pone a hablar, discutir e intercambiar, desde quienes son atados y en los vínculos con quienes atamos. Gente completamente involucrada en traducir, diseñar, ayudar a la logística de la imprenta y el transporte.

Toda esta experiencia, con todo lo que paso, cada clase, evento y performance, nos fortalece. Los que pusieron de todo desinteresadamente, el que viajó desde muy lejos, el que puso el auto, el que puso el departamento, los que pusieron camas para los de afuera y para los organizadores, los que pusieron las tacuaras en un techo altísimo, los que dieron aliento, los que escucharon y aconsejaron, los que oficiaron de guías turísticos, los traductores. Los que aplaudieron y dieron un abrazo.

Una comunidad dispuesta a desarrollar el kinbaku en latinoamérica.


Muchas cosas que implican movimientos internos. En la medida que me entrego al estilo de Kirigami, mi vida, que vive del shibari, se tambalea de acá para allá, mis clases mutan, se reformulan... Qué tiene que quedar, de qué forma, qué otras cosas hay que dejar ir. Camelia solía preguntar a sus alumnos cuando ya llevaban tiempo con ella ¿Qué es lo que cambio en tu vida con el shibari? ¿Qué aspectos de tu personalidad? ¿Qué persona distinta sos ahora que las cuerdas te atravesaron? Las cuerdas para mi no son una foto linda, una pequeña popularidad en redes sociales, un pseudo-éxito que habilita que tres gatos locos se quieran atar con nosotros o nos quieran fotografiar en una sesión. El kinbaku es un proyecto en el cual mis maestros hicieron algo de mí que antes no era. Es el río que nos pasa por encima, el amor que sucede en un cuarto a oscuras y atando a alguien a las patas de la cama, las infinitas charlas, los amigos, el deseo, las fricciones elegantes, los pequeños detalles en los que pone tanto cuidado Federico, ese cierre minucioso de cada cuerda mientras otro sufre, la expresión de los que ponen el cuerpo, Marta dándolo todo en cada lección, la calentura que dejó en cuanta persona se atrevió a ver sus performances. Tsubaki, un día de luto en 2016, mostrando la bombacha de su modelo en honor a su maestro.


En un mundo cada vez más horrible de un capitalismo en decadencia, una pequeña familia de gente que hace cosas raras, que piensan en la belleza del pequeño nudo mientras un cuerpo llora, agoniza y se moja, de la humillación perversa como juego en un mundo verdaderamente perverso, con todo su cuerpo y espíritu para dar, de este lado del océano y del otro también, este es mi proyecto.

 
 
 

Comments


  • Instagram
  • Twitter
  • Facebook
  • Telegrama

©2024 por 4toscuro.

bottom of page